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LA CAMPIÑA SALVAJE.

F.L.Mirones.

El doctor Félix Rodríguez de la Fuente nos enseñó ya hace algunos años a apreciar algunos de los paisajes de nuestra Castilla que no siempre son bien entendidos. Caminando por uno de esos campos rubios con su halcón peregrino posado en el antebrazo y su colaborador Aurelio Pérez al lado, nos hizo ver a muchos la belleza inquietante de los horizontes ondulados en los que la vista se pierde con la niebla.          

 Más recientemente el eminente Catedrático de Ecología Francisco González Bernáldez afirmó que los espacios abiertos pero algo alomados, con la presencia de riachuelos y algunos árboles dispersos son el paisaje natural más adecuado y preferido por la especie humana. No en vano las zonas de Tanzania en las que se han encontrado los primeros vestigios de nuestros orígenes son así, increíblemente parecidas a nuestro entorno de El Coto. Decía Bernáldez que los bosques frondosos y las grandes montañas son impresionantes a la vista, pero resultan ser paisajes algo agresivos para el hombre, entornos hostiles e inquietantes para vivir. Somos pues una especie de llanura, de campiña.

 Y así se llama la zona biogeográfica en la que se encuentra El Coto: Campiña Baja. Se trata de una parte de Guadalajara situada entre 700 y 1000 metros de altitud, formada por terrenos cuaternarios de hasta 3 millones de años de antigüedad (piénsenlo cuándo pisen su parcela). El suelo es bastante ácido, y formado por arcosas, margas y yesos.

 Hace 170 millones de años, en el Jurásico, el mar llegaba hasta la Guadalajara capital; muchos ignorábamos que una vez nuestra parcela estuvo casi en “primera línea de playa.”

 Enormes elefantes, rinocerontes y cocodrilos gigantes vivían en lo que ahora es nuestro terreno. Pero mucho antes (hace 10 millones de años) gran parte de Castilla-La Mancha era un inmenso bosque subtropical con palmeras y laureles.

 En tiempos ya modernos, la vegetación natural de la zona de El Coto era básicamente un bosque de encinas y sabinas, con algunos quejigos en suelos profundos.

 Pero España necesitaba pan, y enormes troncos para construir los galeones que iban y venían de América; por lo que aquellas enormes encinas y robles fueron a parar al fondo del mar Caribe, a causa de los piratas ingleses (que pasaron de ladrones a lores por tal “labor”).

 Ahora pues el entorno de El Coto es lo que se llama “pseudoestepa”, un paisaje creado por el hombre a través del cultivo de cereales.

 Pues bien, la campiña y la pseudoestepa son dos paisajes de los que debemos estar orgullosos; no en vano toda la zona situada entre nuestra urbanización y el pueblo de Valdetorres del Jarama está considerada por la Unión Europea como ZEPA (Zona de Especial Protección para las Aves), figura de protección medioambiental que se concede a lugares muy especiales.

 Si miramos hacia arriba, sobre nuestras casas podremos ver volar al majestuoso buitre negro, que es el ave que construye el mayor nido en árbol del mundo, o a su primo el buitre leonado. Las águilas reales pasan a menudo por aquí, e incluso la emblemática águila imperial ibérica nos visita. En febrero nos sobrevuelan grandes y gritones bandos de grullas que se dirigen a Suecia para criar, y los ánsares de Doñana, que en formación van también hacia el norte. Todos ellos vuelan sobre El Coto porque su paso a través del Sistema Central está muy cerca de nosotros. En septiembre y octubre pasan en sentido contrario de vuelta al sur. Incluso dentro de nuestra urbanización ahora podemos oír cantar al mochuelo (pequeño búho) junto a las pistas de frontón al anochecer, o a su primo mayor, el búho real, muy cerca de la carretera a Fuente el Saz.

 En primavera llegan nuestros mejores aliados: las golondrinas, los vencejos y los aviones comunes. Los aviones son esos pequeños pájaros parecidos a golondrinas pero más menudos, que construyen nidos de barro semicirculares en los aleros de nuestras casas, y que vuelan gritando en las tardes de verano mientras capturan millones de mosquitos en el aire.

 Cada uno de ellos devora varios cientos de mosquitos a la hora, y “trabajan” muchas horas cada día. Por eso no debemos romper sus nidos, si no fuera por ellos, en el presupuesto de la Comunidad de Propietarios tendría que haber una derrama enorme para acabar con esa plaga: ellos lo hacen gratis, sólo piden un palmo cuadrado de nuestra fachada, y tal vez la molestia de un poquito de abono orgánico (guano) bajo su pequeño adosado.

 Seguiremos hablando de nuestros convecinos de pelo y pluma, porque pocos saben que en El Coto viven ginetas, comadrejas e incluso zorros, y todos pagan su cuota a la Comunidad: lo hacen controlando a nuestros peores enemigos, los insectos y los roedores. Pero ese es otro tema.

 

Fernando López-Mirones.