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NORMAS
PARA PROGRAMAR EL TIEMPO
La clave de la programación y el
control del tiempo, una vez realizado un buen plan anual y mensual -o semanal-
es el hábito de la planificación diaria, realizada siempre antes de que
comience la jornada. Debe tenerse en cuenta que no menos del 50 por 100 de lo
que ha de realizarse en una jornada normal suele aparecer en el transcurso de la
misma.
Programar el tiempo es una actividad
que debe acabar siendo habitual y diaria. Adquirir hábitos eficaces en su
realización le ayudará a hacerla cada vez más fácil y más cómoda. He aquí
algunas normas que le pueden ser útiles en ese sentido:
-Tenga siempre preparado su programa
antes de iniciar su jornada.
La forma más cómoda de hacerlo es
dedicar a esta actividad los últimos minutos de la jornada precedente. Lo
importante es iniciar el quehacer diario con actividades elegidas de modo
deliberado, y no reaccionando meramente a lo que se nos va presentando.
Si usted es, por ejemplo, un vendedor
técnico, debe tener decidido antes de salir de casa a quién va a visitar
primero o con qué llamadas telefónicas va a iniciar su actividad.
-Programe sus actividades en función
de los objetivos que quiera alcanzar.
Recuerde que no cuentan las
actividades, sino los resultados obtenidos. No se trata de estar muy ocupado,
sino de terminar lo que se hace.
-Elabore su programa en torno a los
temas esenciales. Respételos. Mímelos. Y limítese a rellenar el resto con
actividades de menor importancia.
-Trate de acompasar sus actividades,
en la medida de lo posible, a sus ciclos corporales. No se puede ser eficaz todo
el día. Programe lo más importante para sus horas de mayor eficacia.
-Programe siempre su horario por
escrito. No hay memoria capaz de retener todos los detalles necesarios .
Tenerlos escritos aumenta, además, la implicación personal.
-Agrupe acciones y asuntos
relacionados entre sí siempre que le sea posible. Acortará el tiempo necesario
para atenderlos y aumentará su concentración y, por tanto, su eficacia.
-Mantenga a la vista su programa de
actividades diarias. Ver reiteradamente objetos, prioridades y actividades
programadas le ayudará a mantenerse en la línea previamente elegida.
-No vacile en tomarse largos períodos
de tiempo para tareas importantes. No esté para nadie mientras las realice.
-Asegúrese de asignar a cada
actividad un tiempo suficiente, pero no excesivo.
-Mantenga la suficiente flexibilidad
para poder abordar los asuntos no previstos, pero que resulten de su interés.
Cuando decida abordar algo nuevo e importante debe poder hacerlo sin destrozar
su programa ni sentirse culpable.
-Incluya en su programa algún momento
para pensar todos los días. Necesita hacerlo. Y no puede esperar «a tener
tiempo».
-Incluya, también, un tiempo fijo
para lecturas profesionales.
Si no lo programa es más que probable
que nunca llegue a realizar las lecturas que le interesan.
Fuente: Gestión eficaz del tiempo y control del
estrés. Autor: José María Acosta.
Editorial ESIC. 1999
PAISAJE
DURANTE LA BATALLA
- Teléfono: Alfonso Pinedo, en su
libro «El dominio del tiempo», hace la siguiente reflexión: «¿Cuánto
tiempo hablamos por teléfono? ¿Una hora al día? Eso significaría 7 horas a
la semana, 22 horas al mes, 242 horas al año. O lo que es lo mismo, casi un día
a la semana, cerca de 3 al mes y 30 días al año. En definitiva, un mes
hablando por teléfono».
No hay duda de que el teléfono es un
instrumento de gran utilidad si es capaz de usarlo a su servicio, si no es una
de las causas esenciales de pérdida de tiempo. Para no acabar con la oreja
caliente no se alargue demasiado y comunique educadamente a su interlocutor que
debe poner fin a la conversación.
También es conveniente que establezca
una persona filtro -generalmente la secretaria- y le dé instrucciones de cómo
gestionar las llamadas y cómo debe resolver asuntos, si es posible.
- Visitas inoportunas: «¿Tienes un
minuto?» es la frase favorita de una cara que asoma con voz piadosa por la
puerta del despacho y que, en la mayoría de los casos, pretende descargar sus
problemas.
Muy al contrario de lo que pueda
parecer, una política de «puertas abiertas» no invita a entrar a todo el que
pase por allí, aunque sí mostrar cierta accesibilidad para aquellos empleados
que lo necesiten. Ser sincero y manifestar la premura de tiempo por finalizar
sus propias gestiones; permanecer de pie, para que la conversación dure menos;
o pedir a sus compañeros que acudan a su despacho cuando tengan varios asuntos
a tratar, no cada vez que les surja uno, puede resultarle de gran utilidad.
Según José María Acosta, autor del
libro «Gestión eficaz del tiempo y control del estrés», un directivo medio
suele tener entre 60 y 80 interrupciones en una jornada, lo que supone que le
aparece una nueva cada 6 u 8 minutos. «Algunas interrupciones -apunta Acosta-
son parte del trabajo y pueden resultar fuente de negocio. Aún así con las
interrupciones hay que valorar que no sólo se ha perdido el tiempo invertido en
ella, sino que hay una pérdida adicional en retomar de nuevo el hilo de los
pensamientos o de la acción en curso».
Cuando la visita sea del tipo «pasaba
por aquí y no podía marcharme sin saludarte», lo que se traduce, normalmente,
en una media de treinta minutos mínimo, puede evitarse estableciendo un horario
fijo para no recibir ninguna visita o indicando a la secretaria que seleccione
las visitas o fijando un tiempo para que pueda rescatarle.
- Reuniones: Aunque pueda dar aires de
cierta importancia, estar reunido debe evitarse siempre que no sea necesario. Es
esencial cerciorarse de que no existe otro modo más eficiente de conseguir el
objetivo que se persigue en la reunión. Convoque a todas las personas, las
menos posible, que sean estrictamente imprescindibles, ya que de otra manera
perderían el tiempo, y compruebe que pueden asistir. Una vez tratado un asunto,
permita que las personas que lo haya zanjado puedan marcharse para seguir
trabajando en sus asuntos y no continúen escuchando cuestiones aburridas, ya
que no son de su competencia.
Según José María Acosta, la reunión
hay que llevarla preparada y debe comenzar a la hora prevista. «Evite
interrupciones, respete el orden del día, termine a la hora prevista (30 ó 40
minutos es lo adecuado), resuma las conclusiones. Distribuya el acta antes de 24
horas».
Por otro lado, llegar tarde a una cita
o a una reunión hace perder el tiempo a los demás y perjudica la propia
imagen. El que nos espera un día, llegará tarde en la próxima cita.
- Crisis: Aparecen como consecuencia
de que algo se hizo mal o no se hizo. Resulta imprescindible averiguar el motivo
para poder actuar en consecuencia y evitar otros períodos similares en el
futuro por la misma causa. No se deprima y saque provecho de esta situación:
introduzca mejoras, ensaye nuevas ideas, invente propuestas...
- Lo urgente: «Suelen ser las
actividades urgentes las que consiguen de nosotros atención prioritaria. Sin
embargo, no es seguro que ese sistema de prioridades sea inteligente. Son las
cosas importantes las que tienen repercusión a largo plazo, lo que no suele
implicar, necesariamente, urgencia», apunta Acosta. Si no se hace nada con la
actividad que sólo es urgente, deja de serlo y sigue sin ser importante. En
cambio, lo importante y no urgente que se abandona, se acabará convirtiendo en
una crisis. No hay tiempo para todo. Pero sí que lo hay para hacer lo que es más
importante. «Lo urgente nos lleva al estrés; lo importante, a la eficacia».
- Dejar las cosas para luego:
Normalmente el motivo de posponer un asunto es el miedo a enfrentarnos a él. El
directivo se ve permanentemente en la necesidad de tomar decisiones con
información insuficiente. Cualquier decisión, aún siendo mejor, resultará
peor si se toma más tarde. La dilación supone siempre una seria amenaza para
el éxito. Lo peor de dejar las cosas para después es el costo de las
oportunidades perdidas. Por otra parte, nuestras obligaciones incluyen, no
solamente hacer cosas, sino hacerlas en su momento.
- Viajes: Debe ser la última
posibilidad después de haber estudiado otras alternativas más eficaces. Muchas
personas consideran que los desplazamientos son una verdadera pérdida de
tiempo, aunque pueden ser muy bien aprovechados para preparar los asuntos a
tratar en el lugar de destino, dedicarlos a la lectura o a descansar.
No obstante, para ser eficaz es
preciso que imponga su propio ritmo y tenga en cuenta sus limitaciones biológicas,
sin intentar hacer más cosas de las razonables ni alterar excesivamente los
ritmos lógicos de sueño y de alimentación.
- Falta de planificación: Para
conseguir la meta propuesta quizá exista un camino más corto. No dude en «perder
el tiempo» investigando para ganarlo. Planificar es ser conciente de las
dificultades y programarlas para superarlas.
- Querer ser un «todoterreno»: No se
puede pretender gestionar todos los asuntos que llegan hasta nuestra mesa. Quien
realiza una tarea que puede delegar está perdiendo su tiempo. El directivo debe
confiar en su propio equipo y saber delegar. Para ello, es necesario que sepa
transmitir exactamente qué es lo que quiere para que, posteriormente, no haya
lamentaciones ni malos entendidos. Tampoco debe obsesionarse por si lo estarán
o no haciendo bien, deles su voto de confianza y fíjeles una fecha de entrega
para controlar la ejecución. Si hace de espía, perderá su tiempo, pondrá
nervioso a sus colaboradores y el resultado no será el mismo.
- El escritorio: Debe ser funcional y
recibir la consideración de útil de trabajo, sin estorbos que lo entorpezcan.
La superficie no debe fatigar la vista por su color o sus reflejos. Y, sobre
todo, debe estar libre. Sobre la mesa debe estar sólo lo necesario para
realizar el trabajo en curso.
La iluminación debe ser suave y cálida.
El sillón, confortable y adecuado a las horas que pasa en él su espalda.
Los papeles pueden ser clasificados en
tres grandes grupos y tratados en consecuencia: los que requieren acción
inmediata, los que contienen información que hace falta transmitir o archivar y
los que deben ir a la papelera.
La papelera es la válvula de salida,
no es un adorno. Buena parte de los papeles que recibe deben ir directamente a
la papelera y es usted quien debe tomar esta decisión. No obstante, pida ayuda
a su secretaria para que pueda desembarazarle de buena parte de su papeleo antes
de que aterrice en su mesa.
- Herramientas: Resulta paradójico
que muchos directivos no hayan superado todavía el bolígrafo como instrumento
de trabajo cuando los equipos que lideran disponen de instrumentos cada vez más
sofisticados y más caros. El ordenador, Internet o el correo electrónico no
pueden faltar en su despacho.