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JOSÉ MEDINA (el mundo
21/07/2002)
Gigantes con pies de barro, dioses e ídolos
derribados, héroes convertidos en villanos siguen apareciendo en el escenario
del mundo empresarial. La rueda de la fortuna, como las cartas de un tarot, hace
pasar al irresistible y triunfador ejecutivo por los papeles de Salvador,
Verdugo y Víctima (víctima, eso sí, millonaria, sea en prisión o todavía en
libertad).
Algunas de las empresas de mayor empuje y dimensión de Estados Unidos y Europa
se hunden (varias envueltas en fraudes), desde Enron a WorldCom, pasando por
Global Crossing, Xerox, Merck, Deutsche Telekom, Vivendi e incluso BBVA.
Unos cien millones de inversores contemplan asombrados la bajada en caída libre
de sus acciones, ligada a engaños y fraudes contables y financieros. Se han
inflado artificiosamente y falseado los resultados de compañías, con
beneficios ficticios y endeudamiento inferior al verdadero. Todo ello en
beneficio de sus máximos ejecutivos.
Como excepción, los accionistas de Deutsche Telekom no solamente dejaron a su cúpula
directiva sin stock options ante el pavoroso desplome en la Bolsa, sino que han
forzado la salida del fulgurante Ron Sommer. Las acciones, que ahora ya suben,
se habían depreciado casi un 90% y el equipo directivo había decidido
aumentarse el sueldo en un 89%.
El propio Bush y su vicepresidente Cheney tendrán que enfrentarse a acusaciones
por “engañar a los accionistas”, encubriendo pérdidas para preservar sus
altos salarios y vender las acciones de Harken Energy y de Halliburton Co. con
información privilegiada antes de la caída en picado de los valores en Bolsa.
Hace casi 80 años, Keynes comentaba que “el capitalismo moderno era
absolutamente irreligioso, sin unidad interna, sin apenas civismo, a menudo
aunque no siempre, un mero cúmulo de quienes poseen y quienes buscan poseer.”
Tras la caída del Muro de Berlín y el derrumbamiento del comunismo, los
“gloriosos años 90” han presenciado un desarrollo espectacular y progresivo
del sistema empresarial capitalista, que se consideró prácticamente como la
victoria del sistema occidental, el “fin de la historia” en términos de
Fukuyama y el Síndrome TINA (There Is No Alternative), herencia del
thatcherismo, simbolizado por la primera ministra británica en los brazos de
Ronald Reagan.
A lo largo de estos años, el capitalismo, el dinero y la economía de mercado,
que son instrumentos para la riqueza y el bienestar de los humanos, se han
convertido en fines del sistema, fomentando el enriquecimiento a ultranza casi
sin reparar en medios.
Dejados a su aire, como también dijo Keynes, tienen sus límites y
consecuencias no pretendidas, ya que los mecanismos reguladores ni lo saben
todo, ni siempre son sensatos ni honrados. Para decidir en qué aspectos el
mercado ha de ser libre y en cuáles hay que controlarle, se necesitan la
integridad y ética que han faltado, y no la idolatría que ha sobrado. El
mercado es sólo un instrumento, y a los instrumentos no hay que rendirles
culto. El mercado ha sido, a veces, presentado como el becerro de oro al que se
adora. Pero hay algo peor que adorar al becerro de oro: adorar el oro del
becerro, traspasando así las fronteras de la ética e integridad.
Valor a corto plazo
Los tres ejes que conforman la base del sistema actual son: Gerencia eficaz y a
ultranza audaz y agresiva, predadora, sin reparar en medios para conseguir los
fines.
Cotización en Bolsa y valor a corto plazo para el accionista que invita, casi
exclusivamente, al Director al cortoplacismo más sangriento, olvidando su misión
a medio plazo, de la misma forma que al mal político le mueven exclusivamente
las encuestas de opinión temporales como directrices de su gestión, olvidando
su misión básica.
Este diseño cortoplacista constituye un círculo vicioso y ha contribuido a que
ejecutivos y directivos hayan intentado, mediante las stock options, elevar el
valor y beneficios de la empresa, a veces ficticios. Todo esto pasa a un mayor
grado cuando los miembros de los consejos participan en el fraude y gabinetes de
auditoría certifican la autenticidad en la forma y el fraude en el fondo.
No quedan libres las entidades bancarias de inversión que hacen análisis
falsamente independientes y recomendaciones engañosas a los inversores sobre
comprar y mantener, y, prácticamente nunca, vender.
Desconfianza en un sistema
Nuevos nombres se sumarán a la lista tanto en Estados Unidos como en Europa y
aumentará el número de dioses e ídolos caídos y de sus estafas. La agresión
va más allá de la mera dimensión económica. Se desploma no sólo la Bolsa,
sino la confianza en un sistema y en unos valores que debían estar sustentados
por la deontología.
Etica, integridad y moral constituyen el principal de los tres pilares en que se
basa el liderazgo, junto con motivos y ambiciones, y competencias y experiencia.
Los tres son necesarios, pues un líder sólo con motivos y ambiciones se
transforma en un demagogo. Un líder sólo con competencias es un tecnócrata. Y
un líder sin integridad y ética es un trepador destructivo. Por desgracia, la
mayoría de los casos descritos corresponden a este último tipo. El taburete
del liderazgo se desploma cuando le falta una de sus tres patas básicas.
En el ámbito de las organizaciones, este estilo de liderazgo es de los que
peores consecuencias acarrean a las empresas, mucho más allá de la propia
conducta del líder. Se caracteriza por una clara orientación al poder por el
poder, sin recabar en medios; subordinación de los intereses de la organización
a los intereses personales del líder (“se sirve del puesto más que servir al
puesto”); y obsesión por ganar como sea sin reparar en medios. Este estilo va
ligado a unas necesidades de autoafirmación desenfrenadas.
No hay nada más peligroso para una organización que un líder con altas
necesidades de autoafirmación y reconocimiento. Son intentos compulsivos de
tener que mejorar y de afianzar su imagen personal y están muy ligados a
sentimientos de baja autoestima y cierto desprecio de sí mismo y del ser humano
en general.
Aunque parezca heterodoxo, a veces hemos dicho que los criterios de selección
de un directivo, en este riguroso orden de preferencia son: primero, integridad;
segundo, motivación; tercero, capacidad; cuarto, comprensión; quinto,
conocimiento y saber; y finalmente y último, experiencia. Puede parecer paradójico,
pero como acabamos de describir, sin integridad ni ética la motivación es
peligrosa. Sin motivación, la capacidad es impotente; sin capacidad, la
comprensión está limitada; sin comprensión, el conocimiento y el saber no
tienen sentido; sin el saber, la experiencia es ciega.
La experiencia es fácil de adquirir cuando se tienen todas las demás características,
siendo la primera y más importante la integridad, que nos permite valorar al
becerro de oro en su medida como un instrumento y no como un fin y, sobre todo,
no traspasar nuestra ética, moral y valores, adorando el oro del becerro.